
La Unión Europea ha lanzado un ambicioso plan para convertirse en un líder en la fabricación de semiconductores, con un objetivo de alcanzar el 20% del mercado mundial para 2030. Para lograrlo, se han comprometido a invertir hasta 43.000 millones de euros, con la esperanza de cimentar su relevancia en un sector esencial. Sin embargo, un reciente informe del Tribunal de Cuentas Europeo plantea serias dudas sobre la viabilidad de este objetivo.
Según el informe, la Unión Europea está lejos de alcanzar el ritmo de producción necesario para cumplir con sus metas, y su capacidad actual necesitaría cuadruplicarse en la próxima década. A pesar de contar con iniciativas clave como las fábricas de Intel y TSMC en suelo europeo, el continente se enfrenta a desafíos significativos, incluyendo la competencia de países como Estados Unidos, donde la infraestructura y las inversiones en la industria de chips son más robustas.
Además, el tribunal destaca la importancia de no solo aumentar la cantidad de chips producidos, sino también mejorar su calidad, especialmente para aplicaciones avanzadas y críticas. Con tensiones geopolíticas en juego y la predominancia de fabricantes de chips en Asia, el futuro de la industria semiconductora en Europa parece incierto. Este llamado a la realidad es un recordatorio de que alcanzar objetivos tan ambiciosos requiere una estrategia clara y efectivas medidas de apoyo.
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