
La llegada de una innovadora herramienta de inteligencia artificial, llamada Track, está revolucionando la forma en que las agencias policiales abordan la vigilancia. Este sistema permite a los oficiales rastrear a individuos basándose en características distintivas como el tamaño, género, color y estilo del cabello, así como la vestimenta y accesorios, eludiendo las limitaciones impuestas por las prohibiciones de reconocimiento facial. A pesar de la controversia, el uso de Track se ha expandido a más de 400 clientes, incluidos departamentos de policía y universidades en todo Estados Unidos, con un notable interés del Departamento de Justicia.
La funcionalidad de Track se basa en la capacidad de seguir a los individuos incluso cuando sus rostros están ocultos. Durante una demostración, se mostró cómo el sistema puede analizar personas en diferentes entornos y generar líneas de tiempo que documentan sus movimientos. Sin embargo, esta tecnología ha generado una creciente preocupación entre los defensores de los derechos civiles, quienes argumentan que, aunque no use datos biométricos, sus capacidades de vigilancia pueden ser tan invasivas como las del reconocimiento facial, y en algunos casos, incluso más problemáticas.
La adopción de Track ha coincidido con un aumento en la vigilancia de manifestantes, inmigrantes y estudiantes, lo que ha llevado a críticos a advertir sobre un potencial abuso por parte de las autoridades. A medida que avanzan las limitaciones legislativas sobre el uso del reconocimiento facial, herramientas como Track plantean nuevas preguntas sobre la privacidad y el uso del poder gubernamental. En un contexto donde se busca ampliar la vigilancia, este desarrollo podría redefinir las fronteras de la privacidad en la era digital.
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